Para algunos bebés la dentición resulta dolorosa, y para otros no supone ningún problema. Sin embargo, para todos los bebés la dentición es uno de los principales avances en su desarrollo.
En algún momento, normalmente entre los 6 y los 8 meses, lo verás asomar: el primer diente, o más bien dicho, una pequeña punta de color blanco en la mandíbula inferior de tu hijo. Por fin: la confirmación de tus sospechas. Esto es lo que causaba el mal humor, las lágrimas aparentemente espontáneas, el mordisquearlo todo y el babeo constante. Ahora también podrás ayudar a tu bebé a morder para aliviar el dolor de la presión ofreciéndole, por ejemplo, zanahoria, manzana o mordedores refrigerables.
Esto resulta un poco más complicado si todavía recibe lactancia materna. Los dientes de leche son duros y afilados. Muchos niños se controlan, pero algunos se valen de un pequeño mordisco para dar a entender que ya no desean continuar con la lactancia.
Los primeros dientes de tu bebé representan un gran avance en su desarrollo en todos los aspectos. Son el primer paso para aprender a comer como “los mayores” además de potenciar el habla de tu hijo, ya que ayudan a la formación de sonidos correctos e inteligibles. El movimiento de masticación constante también estimula el crecimiento de la mandíbula.
Al mismo tiempo, los dientes de leche, todos los cuales deben haber salido una vez cumplidos los tres años de edad, desempeñan un papel importante en la alineación y el espacio de los dientes definitivos. Si un diente de leche se pierde demasiado pronto debido a una caries, los dientes de alrededor pueden desplazarse para cubrir el espacio. Esto puede significar que no haya espacio para la llegada del diente definitivo, obligándolo a hacerse sitio y crecer torcido. Así pues, lo más sensato es tener un buen cuidado de los dientes de leche de tu bebé con una limpieza regular desde el momento en que salen. Para obtener más información sobre los primeros dientes del bebé puedes descargarte la “Guía de boca y dientes NUK”.